Aquí va:
Una de las razones por las cuales no me vinculaba sentimentalmente con las personas es por que sentía que daba una parte de mi misma y a la larga me di cuenta que había muchas personas para querer y muy poca de mi para otorgar. Así había vivido mi vida desde que tengo memoria. Una vez, estaba yo con una amiga en mi casa, y al traspasar una pared llegué a un gran océano lleno de barcos y veleros que venían de todas partes el mundo. En uno de esos barcos estaba un joven rubio lleno de vitalidad que apenas si había visto. Me llamó la atención, no lo niego, pero jamás intercambiamos palabra alguna pero miradas sí. Yo lo conozco, lo sé, pero igual tanto él como yo nos percatamos de que no era la hora ni el lugar adecuado para presentarnos. Aún así él y yo nos conocimos en el día y en el lugar que no debimos habernos conocido.
¿Sabes por qué pasó? Por que lloró, yo lo escuché desde el otro lado de la pared. Había un pequeño barco en el piso y muchas personas alrededor que no dejaban que yo fuera hasta donde él para consolarlo. Pero luego de que mi amiga entretuvo al hombre canoso que decía protegerme y de volarme el barco que no me permitía salir, me encontré con la pared y fue muy difícil recordar cómo había traspasado aquella acumulación de cemento seco. Pegué mi frente en contra de ella, extendí mis brazos, cerré mis ojos y una voz masculina me dijo “Siente la libertad del mar” y así hice, utilicé mi imaginación mucho más allá que la que uso para mi trabajo y rápidamente sentí aquella brisa con sabor a coco y sal que me brindaba el océano.
¿Y adivina qué? Justo al frente mío, justo justo al frente mío, chocando su frente con la mía, estaba aquel niño que había visto antes, llorando. Su cabello se había vuelto mucho menos amarillo y su cara estaba arrugada del dolor y húmeda por sus lagrimas. Había algo diferente en él, había algo diferente en mí. A pesar de ser un adulto ya, su espíritu era la de un niño, ese mismo espíritu me enseñó la causa de su dolor, su barco. No entendí muy bien lo que le pasó a su barco, lo vi y estaba perfectamente igual, pero él me decía “No, no, ya ese no es mi barco” y es ahí cuando le entendí.
Él no lo vendió, ni lo regaló, sólo dejó de ser el barco que el amó, dejó de pertenecerle a él, no lo reconoció y no lo sintió suyo. Le cogí el rostro y sin más le dije “No necesito repartir mi ser en distintas personas, por que decidí que te lo daré todo a ti”
Y esa es la historia por la cual, no puedo quererte ni puedo querer a nadie más. Ni al hombre canoso que decía protegerme, ni a mi perro, ni a mi hermana, ni a mi amiga, ni a mi misma. No puedo dividirme por que entregué todo de mi a alguien, y ese alguien dejó de llorar por que por fin, de nuevo, tuvo una nueva posesión la cual amar.
Espero que me digan qué piensan, es un poco enigmático y sé que tiene algo más allá que lo lógico.
Ahee nos vemos!